EL MENSAJE DE SILO Y LA
TRANSFORMACIÓN
DEL TRASFONDO PSICOSOCIAL
DEL TRASFONDO PSICOSOCIAL
Loredana Cici
IIIer Simposio Mundial del Centro
Mundial de Estudios Humanistas
“Un nuevo Humanismo para una Nueva
Civilización”
Parques de estudio y reflexión, Attigliano, 2-3-4
noviembre 2012
Antes que nada quisiera agradecer al
Centro de Estudios Humanistas Salvatore Puledda por haber preparado y puesto a
disposición el argumento de este encuentro sobre el cual los conferenciantes
están entretejiendo sus ponencias con los hilos de sus experiencias y
reflexiones, dando infinitos estímulos que abren nuevas perspectivas y
alimentan nuevas preguntas.
Por ejemplo, en todas las
intervenciones a las que asistí ayer se han propuesto nuevos modelos, es decir,
nuevas imágenes de organización social, económica, política, cultural, que
apuntan a substituir los modelos dominantes, que reconocemos como destructivos,
desequilibrados, injustos, como una amenaza a la evolución humana, cuando no a
la vida y a la supervivencia misma de la especie humana.
Me refiero a la otra economía delineada por Riccardo Troisi, a la soberanía basada en la democracia directa
propuesta por Valerio Colombo, a la reconciliación como alternativa a la
venganza que surgió en la interesantísima mesa redonda “Una sociedad sin venganza”.
Me
parece que lo que nos une es la común preocupación por desarrollar nuevas
imágenes capaces de socavar las imágenes dominantes en su aspecto destructivo,
y cómo hacerlo: no se trata de eliminar el modelo existente destruyéndolo, sino
de substituirlo progresivamente con un modelo de signo distinto.
En esta breve exposición trataré de ilustrar cómo
El Mensaje de Silo propone un sistema de imágenes, de representaciones,
destinada a influir en la transformación del transforndo psicosocial.
Antes será necesario aclarar los términos
esenciales del discurso: qué es el Mensaje de Silo y qué se entiende por
trasfondo psicosocial, para luego esbozar el sistema de representación
contenido en el Mensaje y algunas reflexiones sobre su modus operandi.
El Mensaje de Silo, para
aquellos que nunca han oído hablar de él, es un libro escrito por Mario
Rodríguez Cobos, ese extraordinario pensador y escritor argentino desaparecido
dos años atrás, que nos ha dejado una cantidad de textos fundamentales para la
comprensión del fenómeno humano. En este caso, se trata de tres textos: el
Libro, conocido desde hace tiempo como “La Mirada Interna”, la Experiencia,
constituida por ocho ceremonias, y el Camino, que es un conjunto de reflexiones
y sugerencias que nos conducen a meditar sobre la vida, la coherencia de
nuestros actos, la actitud hacia el prójimo, sobre nuestra capacidad de
oponernos activamente a la violencia, hasta llevarnos a encontrar los signos de
lo sagrado en nuestro interior, a no creer en la muerte y a no imaginarnos
solos en nuestro pueblo, nuestra ciudad, en la Tierra y, con las palabras de
Giordano Bruno, en los infinitos mundos.
En estos últimos años, se están formando en torno
al Mensaje de Silo comunidades de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, pertenecientes
a todos los niveles sociales, que se reúnen para compartir las ceremonias, para
profundizar los temas del libro, para meditar sobre ellos, y que tratan de
llevar esta experiencia a la vida cotidiana, inspirándose en ella para actuar
en el mundo.
Para intentar aclarar a qué nos
referimos cuando hablamos de trasfondo
psicosocial, es necesario hacer una pequeña digresión sobre la función de
la representación en el psiquismo humano.
Generalmente, cuando se habla de imagen se piensa
en la imagen visual, sobre todo en un momento en que la comunicación visual
ocupa un espacio tan predominante. De esto nos ha hablado Christina Maria zum
Felde en la primera ponencia de este simposio. Pero podemos hablar también de
imágenes sonoras (puedo imaginar el sonido de un violín o el sonido de un
piano, y si a menudo la imagen sonora está acompañada por la imagen visual del
instrumento, observo que puedo representarme el distinto sonido de estos dos
instrumentos); podemos hablar de imágenes olfativas (puedo recordar el perfume
de los azahares o de las rosas); de imágenes gustativas (puedo recordar el
gusto salado y la diferencia con lo dulce); imágenes táctiles (puedo
representarme la aspereza del yute y la tersura de la superficie de una lama de
acero). Por ello preferimos hablar de representación que se da en la
conciencia, ya sea cuando percibo un objeto a través de los sentidos como
cuando lo recuerdo o lo imagino.
Pero no solo existen
representaciones ligadas a la percepción de los sentido externos. Puedo representarme
también un estado emotivo. Puedo imaginar la alegría o la tristeza y
reconocerlas a través de una sensación general del cuerpo, que se caracteriza
por una expansión en el caso de la alegría y por una contracción en el caso de
la tristeza. Aquí el sentido que detecta el estado emotivo es una especie de
tacto interno, que Silo –en Apuntes de
Psicología– llama cenestesia.
Finalmente, no representamos solo objetos “tangibles” del mundo externo y
estados emotivos, tenemos también representación de una operación matemática
que efectuamos mentalmente; tenemos también
representación de “intangibles”: la solidaridad, la crueldad, la
fidelidad, la libertad, etc.
En su libro Contribuciones al Pensamiento -cuyo objetivo declarado es el sentar
las bases de una teoría general de la acción humana- y en particular en el
ensayo “Psicología de la Imagen”, Silo pone en estrecha relación la imagen con
la acción humana a través de una original teoría del espacio de representación, en la que la imagen se concibe como un
modo activo de la conciencia de estar en el mundo.
De los pocos pensadores que
precedentemente han afrontado la tematica, Silo menciona a Descartes que, en
una carta a Cristina de Suecia, habla de “punto de unión entre el pensamiento y
la movilidad del cuerpo”; Brentano que –unos trescientos años más tarde–
introduce en psicología el concepto de intencionalidad; Husserl, que retoma y
profundiza el estudio de la intencionalidad, en especial en Ideas para una
Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica. A propósito de la
representación, Husserl habla de “res extensa”, o sea de la espacialidad como
una de las formas de la representación. Demostrando que el color no es
independiente de la extensión, Husserl había sentado la forma de la extensión
como condición de todas las imágenes visuales, de todas las representaciones
visuales. Esta aserción es la base teórica a partir de la cual Silo formula su
hipótesis sobre el espacio de representación.
El análisis de esta hipótesis fascinante, en la
que la colocación espacial de la representación tiene consecuencias decisivas
sobre la acción humana, va más allá del interés (y sobre todo del tiempo) de
esta exposición. Por lo tanto, para una comprensión más amplia del argumento
remitimos al texto antes citado. Por lo que respecta a nuestro tema y
simplificando mucho, podemos decir que sin representación no habría acción
humana. Un ejemplo de la vida cotidiana: estoy en la sala de estar, advierto el
estímulo del hambre, me levanto y me dirijo a la cocina. ¿Por qué me pongo de
pie y me dirijo a la cocina (y no al dormitorio)? Evidentemente ha aparecido en
el espacio de representación la imagen de los alimentos en la nevera. Sin esta
imagen me habría quedado sentada en el diván con un hambre terrible.
No es posible eliminar la
representación, y si lo fuese se bloquearía la acción en el mundo. Sin embargo
es posible modificar la representación. Tal cosa puede suceder –a nivel
individual– por un proceso espontáneo de la conciencia que, para integrar
situaciones que generan sufrimiento, modifica con el pasar del tiempo la
representación en memoria. Pero puede también efectuarse intencionalmente, con
técnicas específicas de transformación de las imágenes, como las técnicas transferenciales descritas por
Luis Alberto Amman en su libro Autoliberación.
Por lo tanto, toda acción humana está ligada a una representación que se
elige entre tantas otras representaciones posibles, que son parte de una
sistema de representaciones copresentes, que varía según las condiciones y los
datos presentes en memoria. En este sentido, el sistema de copresencias
determina la conducta tanto de individuos como de conjuntos humanos. En toda
sociedad existe un sistema de copresencias que, para los individuos que
componen dicha sociedad, constituyen opciones de respuesta a los estímulos. A
este sistema de representaciones copresentes nos referimos cuando hablamos de
trasfondo psicosocial.
Utilizamos este neologismo porque nos estamos refiriendo a algo más amplio
que el substrato cutural: no se trata solo de los elementos culturales que he
absorbido durante el curso de mi vida, sino también de las creencias
religiosas, de los principios éticos, del desarrollo de la ciencia y de la
tecnología, de las condiciones internas y externas del momento en el que me
encuentro cuando debo decidir qué hacer, cómo orientar mi acción. Para volver a
los ejemplos de la vida cotidiana, es muy distinto tener en copresencia que,
para hacer una determinada operación matemática, dispongo de un ábaco o de una
sofisticada calculadora electrónica.
Vivimos en tiempos en los que este trasfondo se modifica continuamente
gracias a la creciente interconexión entre las distintas culturas, directamente
asociada a la evolución exponencial de las comunicaciones y de la tecnología en
general que, a su vez, constituyen importantes elementos del trasfondo
psicosocial. Indudablemente en este proceso de ampliación de las copresencias,
aumentan las opciones posibles y, como consecuencia, aumenta el campo de la
libertad humana. Sin embargo, en todas las culturas se están incorporando y
acumulando aspectos negativos que parecen prevalecer a través del acelerado
proceso de intercomunicación actual. El mundo que se manifiesta a través de los
medios masivos de comunicación está impregnado de violencia, prepotencia,
injusticia, materialismo, pragmatismo, etc., en una palabra, de
deshumanización.
El Mensaje de Silo ofrece un sistema de imágenes, de representaciones,
dirigido a influir sobre la transformación del transfondo psicosocial,
desplazando aquellos contenidos que hoy amenazan la vida y la evolución
humanas: la espiritualidad en vez del materialismo, la noviolencia en lugar de
la violencia, la solidaridad en vez de la injusticia, el amor y la compasión en
vez de la arrogancia y la opresión.
Este nuevo paisaje comienza a delinearse ya a partir del incipit del Libro.
En el Capítulo I de La Mirada Interna
se lee:
1. Aquí se cuenta cómo al
sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud.
2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo,
a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu.
3. Aquí se reniega de los
sacrificios, del sentimiento de culpa y de las amenazas de ultratumba.
4. Aquí no se opone lo terreno a lo
eterno.
5. Aquí se habla de la revelación
interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde
búsqueda.
Pero ¿cómo
opera el Mensaje? ¿Cómo puede influir sobre el trasfondo psicosocial? De
hecho, el Mensaje no propone una organización más o menos centralizada, con
mecanismos propios, niveles de participación, objetivos de crecimiento o de
expansión, etc., sino solamente un campo de experiencia. Los miembros de una
comunidad del Mensaje, a través de la experiencia de las ceremonias, la
meditación cotidiana sobre el sentido de sus vidas, el estudio, el intercambio,
la profundización de los contenidos propuestos en el Mensaje, comienzan a vivir
en una atmósfera en la que se debilitan, hasta vaciarse, una serie de creencias
de su sistema de representación.
Con la ceremonia de Bienestar, por ejemplo, las
personas se reúnen para enviar bienestar a los seres queridos que tienen algún
problema afectivo, de relación o de salud, tratando de sentir la presencia de
estas personas, tratando de sentir sus dificultades, para luego enviarles una
oleada de bienestar alimentada por el deseo que sienten los participantes de
que la situación mejore. En un segundo momento se da la posibilidad, a quien lo
desee, de tratar de sentir la presencia de esos seres muy queridos que no están
aquí, en este tiempo y en este espacio, sintiéndolos unidos a nosotros en la
experiencia del amor, de la paz y de la cálida alegría.
A medida que uno se familiariza con esta
experiencia, se va abriendo camino en nuestro espacio de representación la
posibilidad de superar las categorías de tiempo y de espacio: enviamos bienestar
a alguien que no está presente físicamente, luego sentimos la presencia de
alguien que no comparte con nosotros ni el espacio ni el tiempo. Y dado que la
relación que se establece con estas persona crece, se modifica, se refuerza,
también la barrera de la muerte –aparentemente insuperable– se debilita hasta
desaparecer para dejar espacio a la posibilidad de experimentar una realidad
más amplia, que trasciende la finitud humana.
En otra ceremonia es posible acceder a sensaciones
y emociones completamente ajenas a la percepción ordinaria, entrando en
contacto con la Fuerza, esa fuerza que da energía al cuerpo y a la mente.
Estas nuevas configuraciones generan
un nuevo modo de estar en el mundo, una nueva espiritualidad, una imagen del
mundo, de las relaciones interpersonales, del futuro individual y social, un
nuevo sistema de representación que no puede no orientar la acción en el mundo.
Y ¿de dónde
surgen las nuevas imágenes? De la profundidad del ser humano, de la especie
humana, de esa intención evolutiva que ha puesto en marcha el proceso humano y
que en momentos de gran necesidad es capaz de lanzar señales que –si se captan
con bondad y buena fe– pueden dar un nuevo impulso para salir del impasse que el mismo proceso evolutivo
ha creado. (Como el agua que desciende
de las altas montañas cuando el sol de primavera comienza a fundir las nieves y
que lleva consigo el detritus que se acumula hasta formar barreras que terminan
por impedir que la corriente siga su curso. Pero la corriente, que no deja de
bajar por la montaña, acumula en ese punto tanta fuerza que finalmente derriba
el embalse que ella misma ha producido para finalmente abrirse camino hacia la
desembocadura.)
Ayer Venancio Raspa citaba en su intervención a
Hegel más o menos con estas palabras “El derecho como venganza es una nueva
ofensa que como acción se transmite implacablemente al infinito.” Es legítimo
inferir que esta “implacable transmisión” vale tanto para la venganza como para
cualquier otra acción humana. Si una mariposa que agita sus alas en Brasil,
como consecuencia de una cadena de eventos puede provocar un huracán en Texas,
como hipotetiza el físico Edward Lorenz en 1979, ¿cuáles consecuencias,
previsibles o no, puede tener el hacer humano? No es indiferente lo que hago con
mi vida. Si mi acción es distinta, distintas serán las consecuencias que
producirá, distinta la dirección que tomará la cadena de eventos que se desata,
que yo lo quiera o no, y que nadie ni nada –ni siquiera la muerte– podrá
detener.
Un mensajero que vive en el Mensaje,
en sus experiencias y en sus meditaciones, no puede transmitir en palabras una
experiencia o una enseñanza. Pero cuanto más profunda sea su experiencia, tanto
más se orientará su hacer en el mundo, generando una cadena de acciones de signo
distinto a las que propone el actual trasfondo psicosocial. Desde este punto de
vista sus acciones serán representaciones de una nueva opción de conducta. Solo
la experiencia puede dar al nuevo sistema de representaciones la convicción
necesaria para que éste se traduzca a nivel de comportamiento, porque no son
suficientes ni la apreciación intelectual ni el deseo de adherir a tales
imágenes nuevas.
Retomo aquí el comentario de
Riccardo Troisi acerca de la necesidad de no esperar pasivamente que el proceso
histórico nos imponga el cambio, de actuar intencionalmente para introducir
elementos de cambio. Para que estas imágenes, estas nuevas representaciones
encuentren su lugar también en el trasfondo psicosocial, para que sean opciones
disponibles para todos, es necesario que el número de individuos que las
comparten se amplíe progresivamente.
La difusión del Mensaje, como acción
intencional dirigida a modificar el trasfondo psicosocial, coherentemente con
lo que hemos dicho hasta ahora, no puede ser otra cosa que generar las
condiciones para que individuos y conjuntos humanos puedan acceder a la
experiencia.
La profunda espiritualidad que
inspira el Mensaje de Silo no es solo una experiencia individual y por lo tanto
incomunicabile. Sí es incomunicable la experiencia de contacto con lo sagrado,
ese momento en el que logro eludir las estrictas categorías espacio-temporales
del funcionamiento “normal” de la conciencia. Pero esa misma experiencia, en el
contexto del sistema de representaciones que inspira el Mensaje, tenderá a
manifestarse como compromiso en el mundo, traduciéndose en acción social,
política, cultural, etc.
En este paisaje
resuena el eco de aquellos momentos en
los que el ser humano ha sabido despertar esta espiritualidad, ha podido
abrevar de la profundidad de su ser, punto de encuentro entre microcosmos y
macrocosmos, ha sabido traducir las señales de la Mente para dar un nuevo
impulso a la evolución humana.
En las primeras
frases de la última parte del Mensaje, El Camino, se lee:
Aprende a superar el dolor y el sufrimiento
en ti, en tu prójimo y en la sociedad humana. Aprende a resistir la violencia
que hay en ti y fuera de ti.
Resuena aquí la enseñanza de Gotama
Sakyamuni, el Buda, tendiente toda ella a la superación del sufrimiento. En estas
frases, así como en La Mirada Interna,
en ese mirarse internamente –como dirección activa de la conciencia,
necesaria para develar el sentido, para transformar el sin-sentido en sentido y
plenitud– ¿cómo no percibir el eco de la extraordinaria intuición del Buda que,
en el VI siglo a.C., afirma que la conciencia humana posee la capacidad de
observarse, de reflexionar sobre sí misma y por lo tanto de modificarse?
Se dice además en El Camino: “Aprende
a reconocer los signos de lo sagrado en ti y fuera de ti”.
Vuelven
a la mente las palabras que Pico de la Mirándola, que en su Oración De la dignidad del Ser Humano, hace
pronunciar a Dios que acaba de crear a Adán:
« ... No
te hemos hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú,
como libre y extraordinario artífice de ti mismo, puedas plasmarte en la forma
que prefirieras. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias;
podrás regenerarte, según tu decisión, en los seres superiores que son
divinos.»
Más explícita es la referencia a Giordano Bruno en otra sugerencia de El
Camino: No imagines que estás solo en tu
pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos.
Así escribía el monje visionario:
«...De
manera que no hay un solo mundo, una sola tierra, un solo sol, sino tantos
mundos cuantas lámparas brillantes vemos en torno a nosotros, las cuales están
en un único cielo, lugar y ambiente, tanto como este mundo, en el cual nos
hallamos nosotros, está en un único ambiente, lugar y cielo. Pero si infinitos son
los mundos y las Galaxias, el hombre no puede ser el privilegiado de la
creación. Tanto menos lo es un único pueblo, perteneciente a las múltiples y
multifacéticas razas humanas. »
Con estas palabras de su De l’infinito, universo et mondi (Del infinito: el universo y los mundos)
de 1583, que ponían en discusión el sistema en el que se basaba el poder
temporal de la Iglesia, Giordano Bruno se entregaba a su destino en la hoguera.
Aquellas palabras que hoy nos parecen indiscutibles fueron un hito importantísimo
en la historia de la evolución del hombre. En 1543 Copérnico propone un modelo
de sistema solar que, superando la concepción del sistema geocéntrico
tolemaico, teorizaba que la Tierra y los demás planetas orbitasen alrededor del
Sol: una visión revolucionaria pero que, de todas maneras, seguía proponiendo
un sistema cerrado como el de la tradicón aristotélica. Solo 40 años más tarde
Giordano Bruno ya introduce la idea de un universo abierto, infinito y
dinámico.
Giordano Bruno representa aún hoy, para el mundo de la ciencia astronómica
y astrofísica, un paradigma cultural. Ya ha sido comprobada la existencia, no
solo de innumerables soles, sino de infinitos mundos. Y tenemos pruebas de que
la vida, en sus distintas formas, no puede ser prerogativa exclusiva de la
Tierra. Representa además la capacidad del ser humano de intuir, de superar los
límites de lo aceptado comúnmente, de captar señales que provienen de otra
dimensión espacio-temporal.
El sistema de representaciones,
el paisaje que emerge del Mensaje de Silo está impregnado de una profunda
espiritualidad que quisiera definir con las palabras que se pronuncian en la
ceremonia de Reconocimiento, en la que un nuevo miembro se incluye en la
Comunidad:
...una espiritualidad que “no es la espiritualidad de la
superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la
espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia
religiosa; es la espiritualidad que ha
despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores
aspiraciones.”
Gracias por la atención.